domingo, 3 de noviembre de 2013

Ni el más grande, ni el más pequeño

     Todavía quedaban rayos de sol, comenzaba marzo y a Dante, solo le quedaban algunos días para entrar a clases. Éste tenía una hermana mayor, Ana, a la cual admiraba demasiado por sus logros y personalidad, pero también tenía un hermano menor, Pedro, un niño de tez muy blanca y pelo rizado. Sin embargo, Dante, no tenía una gran personalidad, ni el pelo rizado de Pedro, todo lo contrario, éste era de aspecto desgarbado, ojos almendrados y físicamente era muy delgado, más parecido a su madre Liliana, aunque lo que más caracterizaba a Dante era lo soñador, se podía quedar mirando por la ventana de su habitación horas y horas, pensado en cosas que le gustaría hacer, pero que no se atrevía por miedo a que se burlarán de él.

     Al fin, llegó el día 14 de marzo. Dante entraba ya a tercero básico, muy ansioso por ver a sus compañeros el niño,  éste se precipito y corrió a su sala, sus compañeros eran los mismo, no había ninguna novedad hasta el momento. Hasta que entró a la sala de clases Tatiana, la inspectora del colegio, una señora gorda, de pelo tan rojo como la betarraga y con voz muy aguda dijo- Buenos días, todos pegaron un brinco de su silla y a coro respondieron- Buenos días inspectora Tatiana !. La señora hizo un gesto con sus manos para que los estudiantes tomaran asiento y dijo- La profesora Isabel, ya no seguirá con ustedes, pues debió viajar en último momento a Argentina a ver su madre que enfermó. Todos los niños, incluyendo  Dante, quedaron pasmados, pues había sido su profesora el primer y segundo año de básica. Tatiana observó la intranquilidad de los niños y se apresuró al mencionar, que no se preocuparan, pues una muy buena profesora llegó de reemplazo. Inmediatamente a la cabeza de Dante vino la imagen, de una mujer canosa, arrugada, un tanto despeinada, que en vez de una tiza, traía una vara que azotaría en el pizarrón para indicar las palabras. Sin embargo, de pronto todo eso cambió, por la puerta se asomó una mujer, de tez blanca en la cual  reflejaba la luz que entraba de la ventana y así adquiría un aspecto bronceado, pelo rizado y cobrizo que llegaba hasta su cintura, vestía pantalón y blusa roja,  zapatos y cartera blanca. Su nombre era Lissa Mc kuin, y ella sería la profesora del tercer año básico. Todos los niños se pusieron de pie nuevamente y la saludaron como lo hacían frecuentemente con cada a adulto que entraba en el aula, excepto Dante, que no se pudo mover de su asiento, éste estaba tan maravillado con la nueva profesora, que en su mente se repetía la imagen cuando Lisa entraba al aula, una y otra vez, como el niño quedó al descubierto, la inspectora le hizo un gesto para que se pusiera de pie, pero éste no la tomo en cuenta y ¡Zass! Le da un grito- ¡Dante, saluda de pie!, él niño pego un brinco y tartamudeo- Bue-ee-nos di-aas!, La nueva profesora sonrió y  lo miró tiernamente y respondió- cuál es tu nombre. Dante dijo el niño velozmente y tomo asiento. La inspectora, al fin se despidió y se retiró de la sala. La nueva profesora tomo el protagonismo de la situación y les pidió a todos que se presentaran, todos los hicieron con mucho entusiasmo, luego la clase se desarrolló con normalidad y así terminó la jornada.

     Dante al llegar a su casa, no realizó sus tareas y solo pensaba en la belleza de la profesora y anhelaba que llegará el día siguiente, solo para volver a verla. Al fin llegó el otro día de clases, Dante se levantaba frecuentemente a las 7 am para arreglarse, pero cuando su madre lo fue a despertar, él ya estaba listo, vestido, peinado y con sus dos cuadernos en la mochila esperaba las 8 am para irse al colegio. Su madre sorprendida lo miró y le dijo- Por qué estás tan emocionado con irte a clases. El niño, mirando a su madre con los ojos más pequeños que de costumbre le dijo- ¡estoy ansioso por aprender!. Su madre, hizo un gesto de extrañeza y sonrió sin decir nada, pero en el fondo ella sabía, que no era esa la razón, pues a Dante, no le gustaba mucho estudiar.

    Así fueron pasando los días, y Dante en su mesa, ponía sus brazos y apoyaba su cara en ella, y podía quedar mirando todo el día a Lissa, su profesora. Sus notas fueron bajando, pero nadie se percataba lo que pasaba. En la casa de Dante,  su hermana Ana, acaparaba mucho la atención con sus conversaciones sobre temas de su propio interés y su opinión frente a estos, y el más pequeño Pedro, necesitaba mucha atención pues, recién comenzaba a dejar sus pañales y cada un rato, le pedía a su madre que lo llevará a la taza.
Hasta que un día, llamaron por teléfono a la mamá de Dante a su casa, era Lissa, la profesora, la cual citó con urgencia a esta para tener una reunión. Liliana muy  preocupada respondió que estaría a primera hora al día siguiente y cortó.

     Muy temprano en la mañana, la madre fue a hablar con la profesora y la señorita Lissa le comentó el problema,- Estoy muy preocupada por Dante, es un niño muy respetuoso y buen compañero, pero sus calificaciones son muy bajas y en la clase está muy distraído, usted se ha dado cuento de algo. La madre, puso su mano en su cabeza y apenada dijo- creo que no le he puesto la atención que se merece, es muy difícil estar al pendiente de mis tres hijos a la vez. La profesora, con voz dulce respondió- señora Liliana, no se culpe así, converse con él y trate de arreglar las cosas, aún queda semestre y si Dante coloca todas sus ganas podrá pasar el año sin problemas.

     Cuando el niño salió de clases, lo esperaba su madre como todos los días, pero esta vez estaba sola, sin Pedro el más pequeñito. Ella lo saludo más cariñosa que de costumbre y le dijo, que irían a tomar un helado, los ojos de Dante brillaron y no entendía nada. Su madre le comentó algunas cosas de la conversación con su profesora, le dijo que debía subir sus notas y que ella le ayudaría en todo lo que necesitara y le preguntó, por qué se distraía tanto en clases, y el niño respondió, mamá, mi profesora es la más linda y  buena del mundo entero y por eso, no me puedo concentrar. La madre lo miro tiernamente, sonrió y pensó, a mí también me gustaría ser la más linda y buena para Dante.

     Finalmente, la cosas cambiaron en la vida de Dante, su madre cada día que llegaba del colegio, se daba el tiempo de revisarle los cuadernos y le preguntaba por su día. Así Dante comenzó a subir sus notas y ya no estaba tan distraído en clases, el lazo con su mamá se afianzo y seguía siendo tan imaginativo como al principio, pero ahora se atrevía a hacer las cosas que pasaban por su mente. ahora también opinaba los temas de sus hermana y podían conversar largas horas, y al más pequeño le inventaba juegos y podían pasar gran tiempo juntos.



     Una noche cualquiera su madre lo llevo a dormir, ésta le apago la luz y ya se retiraba, cuando el niño le dijo- ¡mamá! Eres la más linda y buena, del universo entero. Los ojos de la madre se nublaron, volvió donde él, lo beso en la frente y le dijo.- buenas noches.







                                                   FIN....

                                                                                                                                                  Microcuentos  
                                                                                            Autora: Katherine O. (inspirado en una historia verídica)




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